jueves, 8 de enero de 2015

Año nuevo. Homenaje merecido.



Durante los días previos a escribir esta crónica, tardía como siempre, he recibido diversas opiniones sobre la gesta que en mi opinión,  realizó Blas, el Rutero solitario de La Haba.  
" En la noche del 31 de diciembre, cogió su bicicleta, las uvas,  mucha luz y encaminó sus pedaladas hacia el puerto de la Cabra con la misión, de recibir el año nuevo alla arriba".
El vídeo de prueba, pasó a través del Wattsapp, lo compartió Emilio, gran Rutero, y yo, al igual que otros compañeros lo compartimos a nuestros contactos.  Aquí lo tenéis:




Me decían:
- ¡Hay que estar loco!
- ¿Este muchacho  no tiene familia?
Yo les intento explicar  las limitaciones físicas que tiene Blas e interpretar a lenguaje de gente sin limitaciones la motivación  que le ha empujado  a emprender esta locura/aventura y que además la entiendan.  
Hace unos días hice un pequeño homenaje a este señor con su bicicleta al que hemos podido ver en la televisión en anuncios de Cofidis.



Como podéis ver en la imagen,  este ciclista tan sólo tiene un brazo y una pierna y está compitiendo con normalidad.  A nadie, cuando ve el anuncio, le parece que realiza una locura. En su lugar piensa:

- "Que historia más bonita de superación personal."
En estas palabras entrecomilladas creo que está la explicación a esta aventura.  Blas necesita demostrar a  todo el mundo y a sí mismo, que puede hacer lo mismo que cualquier  persona no disminuida físicamente. Necesita luchar contra sus limitaciones físicas y hacer algo imposible e impensable.  Hacer algo tan extraordinario que, cuando lo veamos, digamos:
-¡Pero eso es imposible!¡Que barbaridad!

¡Qué felicidad, verdad Blas! Llegar a casa con el objetivo cumplido, cansado, muy cansado,  echarse  en la cama y  dormir recordando cada bache, cada piedra, charco y cuesta que se han cruzado en tu camino y has superado para lograr tu objetivo y después soñar, soñar con emprender nuevas aventuras que nos parecerán locuras al resto de los "normales".
Va por ti Blas. 


 

Hoy más que nunca tengo que incluir en el pie de foto el nombre.   ¡Como vamos esta mañana!, cubiertos  de arriba abajo, es difícil conocernos.
Justo, Pepe, Jesus, Ramon, Miguel, Antonio, Angel, Pedro, Malpi.

     Este domingo, tras la pelea horaria como ya es costumbre, nueve Dieztreinta llegamos donde Ana que nos ofrece una copita de anís para calentar el cuerpo.  No la tomamos.  Sin ella, ya nos cuesta mantenernos encima de la bicicleta, pero se lo agradecemos igual.
Hoy el jefe  por sugerencia de ruta es Angel.   Se pone al mando del grupo para llevarnos hasta el objetivo  que marca en La Cueva del Ciervo.  Hace tanto frío cuando emprendemos la marcha que no sabemos de que parte del cuerpo quejarnos.   Las manos, las manos sufren muchísimo a pesar de lo protegidas.  Llevamos camino de la pared que es el paso más lógico para llegar hasta la zona de la Cabra.   De aquí seguimos en dirección al cruce. Los primeros charcos que cruzamos están como la pista de la Plaza San Marcos, helados.  Mientras intento despertar en los primeros kilómetros, me acuerdo del verano.  Este es un recurso que utilizo a menudo en ambas direcciones.  En Julio, mientras subo una pendiente a las cinco y media de la tarde con 40 grados camino de la Puerta de la Pajosa, mientras intento sacudirme la sensación de mareo, pienso y sueño con estas mañanas heladas.   Así con esta sugestión percibo algo del fresco.  De igual manera, ahora con el frío, me acuerdo de esas cálidas tardes.  Algo de su calor me anima y me hace sonreír mientras pedaleo.










El dedo señala a Don Benito.   Una linea blanca en el horizonte.





Llegamos hasta este punto donde nos reagrupamos tras la dura subida.  Es practicamente la misma que la que lleva a la caseta de la Cabra.  Pero en lugar de girar a la derecha, en la última parte giramos a la izquierda que nos lleva hasta la cuesta del Cielo en su parte superior.   Seguimos subiendo y llegamos hasta las colmenas.








El objetivo de la cueva del Ciervo lo tenemos ya cerca.   En este punto con muchas más colmenas repletas de abejas revoloteando a nuestro alrededor dejamos las bicicletas  aparcadas.   Emprendemos la subida andando campo a través. Angel nos guía entre la jara. Es el único que ha estado aquí anteriormente. 




Por fin llegamos.  La cueva no es una gran cueva.  Es un bonito banderín en nuestro mapa de objetivos conseguidos.   Pero no es una gran cueva.  En las fotos vereís que se va estrechando enseguida impidiendo el continuar.    Al fondo se ve claridad indicando que hay una pequeña entrada  que la ilumina por el otro lado. 








Revolcadero de jabalíes.


La vuelta la hacemos por el mismo camino.   Al llegar a la cuesta del cielo nos tiramos por su tobogan.  Adiós promesa de no volver a bajar.  Disfrutamos de lo lindo.  Una bajada alucinante.   Peligrosa, pero increíble.
 La pared y las trialeras  sin apretar demasiado.
 Algunos de nosotros con molestias musculares.
Llegamos hasta el cruce y para no cruzar el río, Miguel y yo proponemos girar a la derecha convencidos de que el camino será más corto, para favorecer a los que van con molestias. Al llegar a la salida de las cruces y hacer recuento de kilómetros, nos damos cuenta de que nos salen mas kilómetros por este lado.  Mala propuesta por tanto para los compañeros que llegan chafados por el esfuerzo.
Para ellos este vídeo:
Vídeo de you tube para terminar la crónica.



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