En ocasiones veo cuestas. Cuestas enormes, interminables. Unas veces, repletas de piedras grandes, con
dientes afiliados, listos para morder nuestras débiles cubiertas. Otras, arenosas, deslizantes,
como enceradas, empujándonos hacia atrás traicioneras. Y siempre, durísimas,
agónicas, probando nuestra entereza y fortaleza de carácter. Parece un contrasentido, pero cuando más se disfrutan las cuestas es en sus últimos
metros, cuándo se están acabando. Como si comieras un gran pastel
de Silva al que sólo le queda una migaja y este trocito te lo
metieras despacio en la boca para saborearlo
lentamente. Hoy viví un segundo en el que no sabía
bien, si soñaba una de estas cuestas, o era una
pesadilla-realidad de una dureza increíble.
En realidad aún estamos muy lejos de esta foto y de la
cuesta que lleva a este escenario con el que presentamos esta ruta de Reyes.
La historia de hoy la empezamos en la rotonda
de la piedra que por lo visto esta flotando.
Aquí nos
recibe y saludamos la mañana. Salimos con la nueva equipación, aunque falten algunos aún por estrenar, es bonito
salir todos uniformes elevando el espíritu de equipo. La
ruta a seguir es el primero de los dilemas. Es obligatorio el paso por Los
Pinos, en Villanueva. Hemos quedado con Manu en el "Carreful".
A partir
de ahí,
tomamos la vía
verde.
¿Vía
verde?. Ni hay vía, ni
verde, ni na. En su lugar, un camino estrecho repleto de abandono, zarzas
y malas hierbas.
Lumbrera: Preparas una instalación. Saca beneficios
electorales de lo bien que lo has hecho. Vendes lo imprescindible de esta instalación. Después la olvidas como se olvida a un galgo al acabar la temporada de caza.
A su pesar llegamos hasta la estación de Rena. Tras reparar dos pinchazos y hacer uso del
servicio, seguimos camino hacia Rena.
Desde esta privilegiada ventana se puede ver a los lejos nuestro objetivo. Como una hormiga diminuta encima de un montón de trigo, se distingue arriba una caseta.
La subida hasta nuestra lejana hormiga es una hazaña que no puedes describir en su totalidad hasta que no te peleas con sus piedras. Tan solo puedes hundir tus ojos en el manillar y preocuparte de la próxima mata, el siguiente roto en el terreno y evadirte del dolor de piernas y el horno ardiente en el que se ha convertido tu pecho.
De esta parte no tenemos ya documento gráfico. Si esceptuamos la fotografía de grupo que hacemos en automático. Contraseña: 12 segúndos. Es gracioso ver a un grupo de hombres curtidos en la mtb, contando hasta 12 en lugar de repetir,, patata con boca de pito.
Desde lo alto podemos ver un paisáje majestuoso. Dominamos toda La Serena, Las Vegas Altas y mucho más.
Reponemos fuerzas y bajamos. ¿ La bajada?. uffffffffff. Otro día hablaremos de las bajadas. Hoy no tocan.
Tan sólo decir que un diez por Malpica. La bajada es tremenda; pero aguanta sin bajarse como un jabato.
La propuesta siguiente es rodear la sierra en dirección a Vivares. Tenemos que encontrar el camino al abandonar Rena. Nos despistamos y hacemos un tramo de arrozales y frutales a través, con lo que tenemos el primer contacto con el barro. Decir a todo esto, que el chiriviri hizo acto de presencia hace tiempo, y nos encontramos navegando en medio de una fina niebla que nos empapa y enfría.
A partir de aquí nos internamos en la sierra camino de Villar de Rena. Aquí disfrutamos de un tramo fabuloso.
Barro, agua, medios arroyos. A toda pastilla por en medio de los charcos. Llega el momento de no evitar nada. De perdidos al río. Al río no, pero sí a los arroyos.
Camino de Vivares a un ritmo muy vivo. Estamos llaneando y la fina lluvia nos hace apretar el paso.
Por fin llegamos a la carretera y decidimos al tomarla en Ruecas, seguir por ella para llegar lo antes posible. No hay que olvidar el día que es, y que tenemos familia con la que convivir.
En la gasolinera damos un baño a las bicis y también nos enchufamos con las mangueras. Tenemos nosotros más barro que las máquinas. Aquí nos despedimos citandonos para la próxima ruta.
Detalle de la ruta grabada con el sport tracker.
Crónica Pp@gu@
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