miércoles, 8 de octubre de 2014

Tras la Cruzcambike


Para los interesados en seguir la ruta por La Reserva aqui teneis el track:




Por comentarios realizados en otras rutas, podríais pensar, que la película que protagonizamos hoy es una mierda.  Algo similar a la obra que sufrimos el viernes en la plaza de toros de cuyo nombre no quiero acordarme.
Hoy salimos tarde, fuimos lentos, tuvimos pinchazos,  reventones,  retrasos, perdidas, reencuentros, llegamos más tarde de lo previsto,  cuando llegamos la mitad de la cuadrilla había corrido a pedir perdón a su parienta por el retraso y a convencerla de que no era motivado por un exceso de celo en la reposición de líquidos con cerveza, en fin lo que se dice un desastre de ruta.  
Después de este llanto, no creeréis si os digo que a pesar de todo, llegamos an ca Ana muy satisfechos de lo vivido.
Hoy la salida se planifica para las 8:30.  Acuerdo por mayoría a través del watsapp.  No me gusta salir tarde pero la mayoría es la mayoría.  Faltas notables la de los Fernández y la de mi sobrino Migue.  Los tres en despedida de solteros y con una resaca...
Maese Pedro propone que hagamos la Cruzcambike.    Algunos de los Dieztreinta salen de forma habitual con este grupo y con ellos tenemos previsto ir a Guadalupe.  Esto nos obliga a acumular kms en las piernas sí o sí y además cuestas y dureza.
La salida esta mañana es muy lenta, el grupo va hablando con parsimonia.  Picón a mi lado desesperado; quiere un poco más de vidilla y apretamos algunos tramos para después esperar.
La primera incidencia la sufrimos en la bajada del Buche.  Un pinchazo  de Picón de su  cámara antipinchazos que tiene que cambiar. Eso sí, parsimonia.  Seguimos lentamente en dirección a la puerta de la reserva y antes de afrontar la cuesta de la izquierda se nos unen tres Cruzcambike que habían quedado con Pedro.  Manolo Monge, una máquina, Roberto, dos y media y Luis, sobrino de Manolo  que a pesar de estar recuperándose de una operación en la rodilla va sobrado.
La ruta a partir de aquí, cambia.   Una cosa es ir lento en familia; pero si llega visita no queremos ser los paisanos flojos.  La subida de la cuesta se hace como llaneando, a toda pastilla, buscando la subida a las carboneras.  Llegado a este punto es dónde variamos la ruta.  Bajamos en dirección a la reserva y en lugar de girar hacia la puerta a la izquierda buscamos por la derecha el adentrarnos en la reserva por una ruta, nueva para mí, con todo tipo de terreno, resumiendo, bonita.
Al llegar al cruce donde debemos girar a la izquierda para bajar hasta la puerta nos encontramos con varios dilemas: Subir al castillo, ir a la puerta o tomar el camino del medio.  Un cortafuego repleto de tierra y piedras sueltas con una inclinación imposible.  A Roberto le dicen eso de: “No hay Huevos” y Justo se apunta.   El resto, apostamos por la puerta, a la que llegamos después de disfrutar de una alucinante bajada con piedras y cuchillos por doquier.
Esperamos al llegar a la puerta durante mucho tiempo, mucho.   Preocupados por la tardanza de Justo y Roberto intentamos en vano usar los teléfonos sin cobertura. Manolo se va en su busca.  Parte del grupo decide ir avanzando en el regreso mientras nos quedamos Pedro, Luis, Picón y yo a esperar.  Al cabo de mucho tiempo aparecen y cuentan.   A la dificultad de la subida se une la de la bajada donde sufren un pinchazo.  Una miaja de desorientación  hasta reconocer el camino bueno y volver a la puerta.

Una vez explicados emprendemos el regreso a un ritmo de arrebato.  Se no ha hecho tarde.   Al bajar de nuevo la cuesta a 60 por hora y girar a la derecha sufrimos el siguiente parón.  Un llantazo, que no es un llanto grande, sufrido por  Luis y que nos retrasa nuevamente.  Aquí Picon y Roberto picados en alcanzar al resto del grupo se desentienden de la ayuda obligada.  Bueno, esta vez los disculparemos.  Corto la crónica larga.  Cuando tienes demasiado tiempo no te da tiempo de hacer nada.









                                                                                                                                                                                                                Crónica Pp@gu@

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