jueves, 22 de mayo de 2014

La Pajosa 18 de Mayo

Fueron porrazos tontos.  Mientras escuchaba pensé que no hay cosa peor que morir por culpa de un porrazo tonto.
¿Cómo será el porrazo inteligente?  
¿Cómo será el morir listo?...


Estuvo quince minutos sin conocimiento, disfrazado de muerto, todos a su alrededor masticaban el miedo mientras intentaban reanimarle

Le quitaba importancia.  Siempre le quitaba importancia mientras reía.  Siempre reía.  Jo… que tontería con el palo de las narices.   Bromeaba cuando se montó en el todoterreno.  Reía cuando llego a  la llegada.


Siempre que ocurren estas cosas la cabeza tiende a barajarse en pensamientos lógicamente absurdos.  Nos sitúa en el lugar de la víctima.  En pensar en esa familia que dejamos en casa. Ellos quedarán abandonados a su suerte por culpa de nuestra mala cabeza.  La  solución de este nuestro tiempo es el asegurar estos imprevistos.  Un contrato firmado con el diablo por el que nos comprometemos  a dar una parte de nuestra alma.  El seguro de vida es más bien un seguro de muerte.

Por fin despertó.  Preguntaba:
- ¿Qué hago aquí?, ¿Qué es esto?, ¿Cómo llegue aquí?
Escuchando esto el pánico se iba encendiendo en nuestro ánimo apagado.
- Yo no he salido con la bicicleta, decía y volvía.
- ¿Cómo llegue aquí?
Le explicamos cómo se llamaba esa sierra en forma de sierra y aquel castillo sin forma que se levantaba al lado del bosque de antenas.  
Por fin llegó la ambulancia y se lo llevó.

Riendo en la meta animaba a todo el mundo. 

- Bahhhh no ha sido nada.
Sonreía cuando llegó a urgencias.  Sonreía mientras  decía:
- Oye hazme una foto y súbela al twitter.
Le hicieron la foto sonriendo.  Sonreía un segundo antes de que algo se rompiera en su cabeza y dejara de sonreír ya para siempre.

Durante estos días no he dejado un segundo de pensar en ello.  El jueves siguiente cuando lo vi, aún guardaba el tránsito por las sombras grabado en su mirada

No parecía él.  Todo serio.  Tan serios como están los muertos en el tanatorio.  No lo reconocí.  Ya sé.  Tú ya no estás aquí.  Volaste no sé dónde, le dije en silencio.

Esta mañana en la ruta, olvidaremos que somos personas.  Olvidaremos todo esto mientras cerramos la caja tonta de los pensamientos.  Nos  concentraremos en ese roto en el camino, en esa rama seca, en el compañero que frena de forma imprevista delante de nosotros.  Volaremos con los pelos de punta.  Seremos animales.  Los animales no temen morir.  Se dejan llevar por el instinto de supervivencia mientras  corren y vuelan excitados sin pensamientos que los limiten.


Esta mañana cambiamos el horario.  Sometimos a referéndum dictatorial la hora de salida y gano el salir a las 8:00.  El destino también consensuado, palabra de moda, La Pajosa.
 Participantes de los diez treinta estos:





Como nuevo participante Jesús, vecino de Víctor.

El recorrido en estos primeros kilómetros es totalmente desordenado.  Grupos que se crean y se destruyen.  Dieztreinta que suben y bajan. Empujones, chascarrillos, mamón, jilipollas... de todo menos apretar el paso.  La llegada al Buche siempre es punto de inflexión.  La cuesta abajo hace de escopetazo de salida y se a encabrona el paso.
Vamos discutiendo por el camino, que camino tomar para llegar a la puerta de la Reserva.  Unos prefieren el de la derecha,  escarpado y bravío pero mas llano.  Otros en cambio el de la izquierda, completamente llano pero con una cuesta tremenda.  Nos dividimos.










En la bajada nos encontramos de nuevo y seguimos hasta la Puerta.  En un principio parte del grupo tenía previsto al llegar a este punto el volverse.  No lo hacen.   Más tarde se arrepentirán,  sobre todo Juanma.
Seguimos dirección a la Pajosa y buscando el camino corto que nos mostró Ángel, nos metemos por el camino largo de siempre.  En la primera subida fuerte, Juanma y Jesus empiezan a sufrir los primeros síntomas del mazazo terrible. No obstante continúan con tranquilidad.  Llegamos al Castillo y nos encontramos con otro grupo calabazon que llegó un rato antes.
Después del avituallamiento y la foto.  Las fotos.... ummmmm.  Esta cámara nos está dando demasiados problemas con nuestra pose.  Algo tenemos que hacer.  Nos empieza a resultar pesado sonreír durante  12 segundos sin saber si está en marcha o nos esta tomando el carrete.








Después, como siempre la vuelta, el regreso.  La última vez que hicimos este recorrido conté que Victor sufrió una pájara tremenda. También conté que esta va por barrios.  Hoy  tocó en el barrio de Juanma.  A la vuelta sufre.  Sufre y mucho.  Se le hace larga, muy larga. Tan larga que cuando llegamos a la salida y pedimos la cerveza no tiene ni ánimos ni cuerpo.   Animo Juanma que los males de montar en bici se arreglan montando en bici.

Por ultimo una reflexion:

Si andas buscando el camino bueno, el imprescindible, el que nunca olvidarás.  Quizás lo único que necesites es perderte.  Si no te gustan los riesgos, mejor quédate en casa, escondido tras tu burbuja ciega sorda y muda.  No te perderás; pero no encontrarás nuevos senderos, nuevos compañeros de viaje, nuevos rincones ignotos, no te encontrarás...



Crónica Pp@gu@

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